El árbol de la
ciencia es una novela de Pío Baroja,
publicada en 1911. La obra es la tercera entrega de la trilogía "La raza", una
colección de tres libros que relatan la vida y evolución de
Andrés Hurtado, un joven madrileño. Su autor, Pío Baroja, formó parte de la
“generación del 98”, corriente literaria de gran importancia en la época, la
cual influyó de gran manera en su obra.
En el caso de la trilogía de "La raza",
dicha influencia se ve claramente en la presencia de rasgos como la sensación
de incertidumbre ante el desarrollo del futuro, la angustia existencial, la
visión escéptica de la sociedad y especialmente, el pesimismo.
Este último rasgo, el pesimismo, junto con el cinismo,
se observan en el protagonista de la saga Andrés Hurtado y especialmente en El
árbol de la ciencia. Este se nos presenta inicialmente como un joven e inocente
estudiante universitario de medicina, y a lo largo de la novela va desarrollando
un profundo pesimismo y escepticismo sobre la sociedad, hasta convertirse en un
personaje radicalmente distinto. Si bien Baroja generalmente adopta una
posición de distancia con respecto a sus personajes, la cantidad de detalles
biográficos comunes[1] entre el
autor y el personaje, junto con ciertas actitudes mostradas por Andrés, hacen
sugieren una cierta función de “espejo” del autor.
Al comienzo de la novela se nos da a conocer por
primera vez Andrés como un joven recién llegado a la universidad, con el objetivo de estudiar la carrera de
medicina, con una gran vocación y deseo
de aprender, y unos intensos ideales
republicanos de cambio. No obstante, su primer contacto con la vida
universitaria, durante una clase de química, supone la primera gran decepción para él, ya que se da cuenta
de la diferencia entre su idea de la universidad como educación de máximo nivel
y la realidad. [2] Sin
embargo, si bien es el primer desengaño que se nos describe, es importante
resaltar el episodio de la confesión religiosa que nos relata, ya que este hace
que genere un fuerte escepticismo hacia todo el mundo religioso.
Cabe destacar el entorno familiar de Hurtado, de gran
importancia para él, ya que propicia la actitud de escape de la sociedad y la
soledad que marcan de gran manera la vida de Andrés. Su familia consiste en
tres hermanos, una hermana y su padre. Es especialmente notable la pésima relación
que mantiene con este último, al cual considera egoísta, egocéntrico, falso, e
hipócrita, lo que les hace estar continuamente en disputa. Este entorno
adquiere una gran importancia en el desarrollo de Andrés como persona, ya que
le inclina hacia el aislamiento social, lo que le lleva a centrase en los
libros, que a la vez que le inculcan una gran curiosidad y una actitud
profundamente reflexiva. No obstante, esta afición a la lectura le lleva a suspender química el
primer año.
Durante el segundo año de carrera, Andrés comienza su
“proceso de evolución psicológica”, en parte motivado por el contacto constante
y profundo con la vida universitaria y social.
En este periodo son realmente importantes sus primeras clases de
disección humana, durante las cuales Hurtado descubre numerosos aspectos
desagradables de la medicina que, aunque no le desposeen de su interés, le repugnan.
Esto más adelante será una de las causas de su rechazo a la práctica de la
medicina. Respecto a la vida social, Andrés ve incrementado y diversificado su
círculo de amistades, al entrar en contacto con la vida nocturna de Madrid.
Cabe destacar Fermín Ibarra, ante el cual expone su, ya pesimista, visión de la
sociedad.
Al empezar tercero comienza el curso con ilusión, pero
se lleva una nueva decepción al comprobar la naturaleza de su asignatura
favorita, la fisiología, lo que refuerza su pesimismo sobre la medicina. Sin
embargo, destaca su amistad con Montaner, símbolo de los cambios que ha sufrido
desde el comienzo de la universidad. Andrés además experimenta un episodio de frustración al
comprobar como un profesor al que admiraba es rebatido por un ingeniero. Este
incidente promueve el interés de Hurtado
por la filosofía, especialmente la de Kant y Schopenhauer, lo cual refuerza su
espíritu crítico.
Al comienzo del quinto año Luisito enfermo. Esto es un
duro golpe para Andrés y le provoca un
gran malestar, ya que tiene un gran cariño al niño, y refuerza su visión
negativa de la vida, ya que no entiende porque siempre contacta con la parte
más mala del mundo. Esto refuerza aún más su afinidad por la filosofía
pesimista de Schopenhauer. Poco después, Aracil le invita a un curso de
enfermedades venéreas en el San Juan de Dios, durante el cual Andrés contempla
todas las miserias de la medicina y los médicos que la practican. En esta línea
es realmente importante el episodio del gato de la enferma, tras el cual Andrés
mantiene una conversación con Aracil en la que se da cuenta que aunque quiere
cambiar las cosas si no se mete a la política sus esfuerzos son estériles. Al
finalizar el año entra a trabajar al
Hospital General, tras lo cual se da cuenta que no quiere ejercer medicina,
pero no le queda otra opción. Estos episodios refuerzan su pesimismo al
observar con angustia que debe dedicarse a algo que no quiere, la práctica de
la medicina.
Tras este episodio, conoce a las Carnarias, de las que
se aprovecha Aracil. Si bien Andrés en un principio rechaza esta actitud, no
hace nada para evitarlo, síntoma de su pesimismo e incapacidad de cambiar las
cosas. Aun así, cuando Aracil le propone aprovecharse de Niní, Hurtado lo
rechaza enérgicamente, lo cual es un detalle de su moralidad. Tienen una
conversación tras la cual se muestra realmente interesado en ella. Cabe
destacar que tras el baile en casa de las carnarias se suceden diversos
episodios desagradables que Andrés no evita, salvo el de la casa de Villasús,
en el que se opone completamente, fruto de sus antiguos ideales de justicia y
cambio. El contacto con Lulú supone un “paréntesis” la evolución pesimista de
Andrés, ya que este se muestra interesado en conocer en profundidad a Lulú,
debido a su especial personalidad y sus similares ideales. Sin embargo, este
apoyo a Lulú le lleva a tener un incidente con Manolo el Chafandín para
defenderla. Esto nos indica que, si bien es clara la presencia del pesimismo en
Andrés, conserva sus ideales de justicia de su juventud. Tras este episodio
Andrés conoce a la Venancia, una anciana amiga de Lulú, con la que Andrés
nuevamente muestra su convicción, aunque cada vez menor, de posibilidad de
cambio.
Andrés conoce paulatinamente a los vecinos de Lulú de
distintas clases, los cuales le provocan diversas sensaciones. Este contacto con
la sociedad, junto a las experiencias vividas en la medicina le lleva a ir a
hablar con su tío Iturrioz, antiguo médico militar del cual Andrés afirma que
“era una de las pocas personas con quien se podía conversar de asuntos
trascendentales.” Mantienen una conversación sobre sus experiencias en la
azotea , tras la cual Andrés sale con una gran angustia existencial, que
resulta de gran importancia en su evolución “mental”.
Tras enfermar Luisito de Tuberculosis Andrés sufre una
fuerte crisis, debido a la relación que tiene con el chico y su lucha interna
contra el pesimismo; motivada por sus antiguos ideales. Por estos motivos, Andrés se implica de gran manera en la cura
de Luisito buscándoles casa en Valencia, cuidándolo, sacándole a pasear,
forzándolo a jugar en vez de leer…etc. Poco a poco Luisito va mejorando, lo que
unido al ambiente pacífico del pueblo parece indicar el fin de la evolución
“pesimista” de Andrés. Sin embargo esta sensación sigue estando presente, y se
incrementa a través de las visiones de Andrés del pueblo y sus habitantes.[3] Se ven obligados a moverse a la ciudad de
Valencia, lo que provoca un gran enfado y pesimismo en Andrés, ya que ve que
todos sus esfuerzos son frustrados por el resto, lo que se confirma con el
tratamiento de mimo de los tíos a Luisito. Esto le lleva a “desentenderse” de
la situación, tras lo cual escribe su tesis doctoral y se traslada a un pueblo
de Burgos. Durante su estancia en el pueblo recibe la noticia de la muerte de
Luisito, la cual le afecta de gran manera y le genera un gran escepticismo
sobre la medicina tradicional. Sin embargo, es importante destacar que muestra
muy poco sentimentalismo, fruto del pesimismo del que ya es partícipe.
Al regresar a Madrid, Andrés busca nuevamente un pueblo
al que marcharse, lo que indica su deseo de “aislamiento” de la sociedad.
Además, mantiene un debate “filosofo-intelectual” con su tío, en el cual
podemos comprobar, a través de las ideas que expone, el avanzado estado de su
evolución hacia el cinismo y el pesimismo más absoluto. Poco después le
conceden un puesto de médico en Alcolea, que acepta encantado.
Su estancia en el pueblo se encuentra profundamente
marcada e influida por su carácter escéptico y pesimista. En un principio
afronta su estancia con cierto positivismo, como se observa en sus primeras
descripciones y en su ahínco y dedicación a su trabajo, en contraste con el
doctor Sánchez. Sin embargo, el contacto con el ambiente rural, la hostilidad
que le muestran algunos habitantes, y algunos episodios como el asesinato de la
mujer del tío Garrota o la falta de actividad política de provecho, provocan
que nuevamente salga a relucir la personalidad pesimista de Andrés. Trata de
abstraerse y cuidar su salud, generándose con su actitud la antipatía de los
vecinos, hasta que decide dimitir de su cargo y volver a Madrid.
A su llegada a Madrid, Andrés retoma el contacto con su
antigua vida. Tanto a nivel político, con la declaración de guerra de EEUU,
como a nivel social, con el reencuentro con sus antiguos amigos, no se siente
cómodo en Madrid ya que todo le desagrada. Entra a trabajar como médico de
higiene, lo que le supone un intenso contacto con las clases bajas,
especialmente con las prostitutas. Esta experiencia, le hace darse cuenta de
las miserias de la sociedad, y de cómo las clases altas controlan y explotan a
las bajas, lo que provoca que Andrés refuerce sus ideas contra la sociedad y
alcance el “clímax” de su evolución. En este ambiente de desesperación y
pesimismo, Hurtado se siente cómodo únicamente en compañía de Lulú, con la que
establece una relación realmente cercana. Poco a poco la relación se estrecha,
hasta que un día Andrés se declara a Lulú y esta le reconoce su amor, por lo
que deciden casarse.
El matrimonio funciona muy bien, lo supone para Andrés
un estado de felicidad y el “abandono” de su actitud pesimista y escéptica. Sin
embargo Lulú le comenta su deseo de ser
madre y él, si bien trata de rehusar la cuestión en un principio, ya que piensa
que entre dos personas débiles no debe haber descendencia, acaba aceptándolo,
como parte del sentimiento pesimista de no poder luchar contra las cosas,
resultante de su evolución. Durante el embarazo, ambos sufren cambios de humor y
empeoramientos de salud que les complican la experiencia. El día del parto, si
bien en un principio Lulú lucha con energía, pierde rápidamente las fuerzas
debido a su delicado estado de salud. Además, el niño nace muerto, lo que,
junto su delicado estado de salud, provoca la muerte de Lulú a las pocas horas.
Su muerte provoca en Andrés una profunda crisis existencial, ya que ve una vez
más sus ilusiones truncadas. Esto provoca que aflore nuevamente el pesimismo y
la angustia existencial, que le llevan a suicidarse al día siguiente.
En resumen, podemos ver a lo largo de la novela como
Andrés, de ser un joven con vocación, seguro y deseo de cambio, a través de un
proceso de cambio se transforma en una persona escéptica, asocial y
tremendamente pesimista. Las principales etapas de este cambio son la
universidad, donde se desengaña de la medicina, la enfermedad de Luisito, donde
se profundiza el desengaño con la medicina y se produce el desengaño “con la
sociedad”, la estancia en Alcolea, en la cual se profundiza en del desengaño de
la sociedad y la práctica de la medicina y la muerte de Lulú, clímax de su
evolución debido a la pérdida de su mayor ilusión vital.
[1]
Especialmente notables son la relación con el padre, la estancia en Valencia, y
la muerte del hermano por tuberculosis.
[2] BAROJA, Pío.
El árbol de la ciencia. Barcelona: El país Clásicos españoles , 2005.
285 pags. 84-9815-001-9. Pag 19-24
[3] BAROJA, Pío. El árbol
de la ciencia. Barcelona: El país Clásicos españoles , 2005. 285 pags.
84-9815-001-9. Pag 130-135
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